miércoles

Puertos para lelos


La vida en un barco puede resultar demasiado apacible. El Hurtigruten, el ferri en el que pasé 36 horas en mi camino de Bergen a Trondheim, las dos ciudades más importantes de Noruega después de Oslo, es un expreso que recorre la costa noruega desde Bergen hasta Karasjok, en la frontera con Rusia. Nunca se aleja demasiado del litoral para no privar a los pasajeros de las espléndidas vistas y se permite incluso algún desvío para mostrar la inagotable belleza natural de este país. Tras las primeras horas de emoción nocturna en la cubierta del barco, con un sol que remolonea hasta casi la medianoche antes de irse a dormir, el viaje tiene sus momentos aburridos. Por eso hacía falta que le diera la emoción necesaria.

El pueblecito que se ve en la foto es Alesund, una agradable localidad pesquera en la que el Hurtigruten para después de mi primera noche a bordo durante casi una hora para recoger a nuevos pasajeros. Es un tiempo suficiente para salir a darse un garbeo así que no lo dudo. Me paseo por las calles de la ciudad, sin rumbo fijo y, para mi sorpresa, me encuentro con el puerto y el barco al fondo. Algo no me cuadra pero pienso que quizá volví al punto de partida sin darme cuenta. No hago caso a las señales de alarma de mi cerebro. Con la tranquilidad de tener el barco localizado apuro el tiempo hasta el máximo hasta acercarme al puerto. Es entonces cuando me doy cuenta de que algo no va nada bien. No reconozco ninguno de los lugares por los que paso y el barco cada vez se parece menos al mío. Pregunto a una señora por el Hurtigruten y confirma mis peores sospechas. Mira el reloj alarmada, me dice que sale en cinco minutos y que el puerto está al otro lado de la ciudad. Titubea durante un segundo y con esa amabilidad firme y resuelta que tienen algunas mujeres de cierta edad me invita a montar en su coche. Está más nerviosa que yo y surca las calles de Alesund a toda pastilla, respetando lo justo las normas de tráfico, como si mi urgencia le hubiera robado su tranquila naturaleza nórdica. Durante el trayecto me entero de que es guía turística y que va a llegar tarde a su trabajo por llevarme al barco. Llego a tiempo y después de un rápido pero sincero agradecimiento subo corriendo al barco, que sale apenas cinco minutos después de mi entrada. Otra vez salvado por la amabilidad noruega.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Aqui estamos, un anonimo y Ana, leyendo tus aventuras desde Derry, o London Derry, como me gusta llamarle a mi y a un punado de unionistas. Estamos en un Hostel de mala muerte, bastante lujoso, lo cual suena contradictorio pero se ajusta bastante a la realidad.
Un abrazo y esperamos el siguiente capitulo con ansiedad. Que ha sido de la auditora?

Eric dijo...

Quizá sea el mismo hostel en el que estuvimos Iñaki y yo en tiempos pretéritos. Cada cosa a su tiempo, no seas impaciente con los capítulos. Se acercaa el norte.